La verdadera generación perdida (1992-2000)

La generación "perdida" de 1998

JJNieto87

La generación "perdida" de 1998

Sinceramente, creo que tenemos que pensar en un nombre mejor (al de “generación perdida”) para la hornada de jóvenes que se verá afectada por la pandemia, no solo en términos deportivos, sino también educativos y emocionales. A veces no somos conscientes de que estamos transitando un período histórico, una epidemia que no sé si nos hará mejores, como nos prometíamos allá por marzo, pero que arrastrará consecuencias y ocasionará traumas, bien por la pérdida de los seres queridos, bien por el estrés relacionado con el cese o desaparición de puestos de trabajo o por la simple sensación de desconcierto con la que nos levantamos cada día.

La “generación perdida” antes de la “generación perdida”

Creo que “generación perdida” no es un buen eslogan para los chicos nacidos a partir de 2002, privada de entrenamientos con contacto o calendarios competitivos desde marzo y sine die, a los que habrá que otorgar otro sobrenombre cuando la perspectiva nos permita evaluar los daños. No, “generación perdida” es, en su conjunto, salvadas excepciones, la de los jugadores y jugadoras nacidos en los 90. Jugadores que deberían poblar los equipos ACB y comandar los designios de nuestro equipo nacional, algo que no sucede todavía.  

La incorporación a las selecciones absolutas se retrasa porque la incorporación a las mejores ligas también lo hace (o no llega nunca)

Dice Ronnie O´Sullivan, quien a sus 44 años acaba de ganar su quinto campeonato del mundo de Snooker, que incluso cojo y manco podría estar entre los cincuenta mejores jugadores del mundo. Algo parecido sucede en el tenis, donde Federer, Nadal Y Djokovic llevan años burlándose del siempre esperado relevo generacional. Podría ser un simple asunto de disciplina o foco que afectase especialmente a los deportes individuales, pero, al menos, en lo que respecta al baloncesto español, esta falta de relevo que, tal vez, la irrupción de Alocén y Garuba (y otros como Pradilla) pueden interrumpir, es notable.

El escaso peso del jugador joven español en nuestro baloncesto

No hay más de un jugador español por equipo, nacido más acá de 1992, con minutos de calidad en Liga ACB. Pero es que no llegan a dos en LEB Oro. Por otra parte, vistas las convocatorias de las selecciones absolutas al pasado mundial y al preolímpico suspendido, solo hay tres jugadores menores de 28 años y ninguno menor de 24: los hermanos Hernangómez y Nogaye Lo. Es decir, la incorporación a las selecciones absolutas se retrasa porque la incorporación a las mejores ligas también lo hace (o no llega nunca), un hecho estadístico y fácilmente objetivable sobre cuyas causas podemos especular. Ayudadme, seguro que me dejo alguna.

Mayores costes de oportunidad en un mercado laboral más formado

Cuando la alternativa era quedarse en casa o ayudar a mamá (entonces era mamá, no me crucifiquen) con las tareas domésticas, entrenar era menos costoso que ahora. Ahora, digo, que quien más quien menos tiene programadas otras actividades que ofrecen una promesa más segura de ser alguien el día de mañana. Sumemos a esto la diferente socialización de los jóvenes, tanto en persona como a través de las redes, hecho que limita las horas de actividad deportiva, tanto informal como reglada.

Un techo de cristal (blindado)…

La incorporación de los jugadores nacidos a partir de 1992 a las ligas profesionales ha coincidido con el tiempo en el que la preparación física, la fisioterapia y el mejor conocimiento de la teoría del entrenamiento han permitido alargar las carreras de los veteranos. Es decir, de aquellos jóvenes que, en su momento, no tenían nada mejor que hacer que jugar al baloncesto. También porque lo sentían así y disfrutaban con lo que hacían.

Creo que uno de los motivos por los que la adherencia de los jugadores jóvenes a los equipos es cada vez menor es porque, guiados por una cultura de casino, conciben cada experiencia como una mesa de póker.

Pasarán muchos años hasta que los jóvenes puedan demostrar ser mejores que Fernando San Emeterio (1984), Rafa Martínez (1982) o Ricardo Úriz (1980), entre muchos otros. Hay muchas horas de diferencia, un grado de atención a las tareas muy diferente y una menor fe en el trabajo.

Rafa Martínez, uno de los "techos de cristal" para la nueva generación
Rafa Martínez jugará un año más en ACB, en este caso en Manresa

…Y muchas más tentaciones de abandono

Es posible que esta generación perdida sea más adaptable a los cambios, pero parece obvio que es menos paciente y confía menos en sus maestros. Esto hace de sus representantes peores aprendices, seres constantemente apremiados por la necesidad de observar y catar una recompensa. Una recompensa que no ha llegado en términos deportivos y tampoco económicos, pues estos chicos se hicieron mayores de edad en 2010, coincidiendo con los primeros impactos de la gran crisis de 2008.

Una concepción más individualista del juego

Creo que uno de los motivos por los que la adherencia de los jugadores jóvenes a los equipos, a los proyectos y a sus ciudades es cada vez menor es porque, guiados por una cultura de casino (otro problema en el que ya entraremos), conciben cada experiencia como una mesa de póker en la que quieren ganar y, si es posible, arruinar al otro. Es imposible disfrutar de una actividad, aceptar un compromiso y prosperar dentro de una organización si no se llevan unas lentes de optimismo, si no se disfruta cuidando del compañero, sintiendo como propios sus éxitos.

Competiciones y equipos orientados a otra cosa

No conozco ningún proyecto, que no sea de cantera, que parta cada agosto con el objetivo de jugar bonito y servir de plataforma para jóvenes promesas a riesgo de perder cada fin de semana. Ello con el beneplácito de un público que entiende perfectamente la apuesta y disfruta observando todos los errores que los jugadores deben cometer en el proceso. No conozco ningún entrenador que no quiera seguir en su puesto de trabajo. Ningún directivo que no quiera ganar y contarlo el lunes en su oficina. Ningún aficionado dispuesto a aceptar que su equipo pierda en pos de formar jugadores. Luego las ligas LEB, tampoco la EBA, no son ligas de formación.

Las ligas LEB, tampoco la EBA, no son ligas de formación.

Y como el jugador nacido en 1980 sigue dando más victorias que el de 1998, el de 1998 no juega. Y como, culturalmente, no tiene paciencia, el coste de oportunidad es alto y no siente la necesidad de formar parte de ningún colectivo, termina abandonando cuando aún no ha desarrollado un potencial que el veterano había sacado mucho antes, tras muchas más horas de baloncesto formal e informal, con amigos. En aquellos tiempos en los que no había nada mejor que hacer. Cuando la “generación perdida” era la de Hemingway, Fitzgerald y Dos Passos.

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