Meditaciones

JJNieto87

De Igor Kokoskov, su energía canalizada en forma de sonrisa, su conocimiento táctico del juego y una presencia que genera respeto pero no ahuyenta.

De Josep Maria Izquierdo, la honestidad de mostrar sobre el parqué las ideas de defensa de pick and roll que practica con Fenerbahçe.

De Carles Duran, el entusiasmo con el que maneja el zoom, yendo de lo global a lo individual, de lo táctico a lo técnico.

De Porfi Fisac, a abandonar la narrativa de las excusas e implicar desde un pacto de mutua confianza con el jugador que lo compromete de una vez y para siempre.

De Luca Banchi, cómo estructurar una charla para que, tras una introducción que no parece necesaria, al final todo adquiera un sentido. Y qué sentido.

De Sergi Oliva, que las oportunidades no siempre salen a nuestro encuentro, pero que debemos encontrarnos en la búsqueda para que ellas nos encuentren.

De Miguel Ángel Ortega, el artificio que hay detrás de aquello que nos parece simple o natural, como el juego entre postes de sus equipos.

 De Jaume Ponsarnau, cómo entrenar la imaginación para que se convierta en conocimiento y cómo condensar este conocimiento para  que se ajuste a las necesidades del equipo.

De Jota Cuspinera, muchos detalles de tipo táctico y técnico, una gran capacidad para seducir con el mensaje y, por encima de todo, a estar siempre disponibles, abiertos 24 horas, para la formación del entrenador.

De Dimitris Itoudis, desde luego, que no hay atajo posible si se pretende tener respuesta a todas las preguntas. Que el líder nace y se hace, que a comunicar y mantener la calma también se aprende.

De Pete Dominguez, que hay un hueco para todos siempre que amemos el baloncesto, hecho ineludible hasta para el mayor especialista.

De Moncho Fernández, el paso del análisis a la acción, la conversión del agua en vino que lleva años realizando en sus equipos.

De Víctor Lapeña, ese don natural que tiene para convencer a la jugadora poniéndose a su lado, mientras deciden de qué asa toman el carro para empujarlo juntos.

De Luigi Lamonica,su interés por reunir en torno a una misma visión a todos los actores del baloncesto. Cuando superemos la tradicional dialéctica beligerante de “los nuestros” y “los suyos”, habremos ganado mucho.

De Lionel Hollins, la efectividad de lo simple y bien hecho. También de la repetición y del respeto a los fundamentos.

De Xavi Schelling, su intento, científicamente avalado, de que al menos nos cuestionemos lo que miramos, por si la fotografía dependiera más del enfoque que del objeto retratado

De Germán Gabriel, su experiencia cerca del aro, lo poderosa de su fuerte vocación de enseñar.

De Chechu Mulero, el rigor del método académico, el trabajo diario y la visión del que conoce cada marca de la pista tras haberla mirado desde todos los ángulos posibles.

De Jenaro Díaz, el pensamiento divergente, la duda necesaria, la necesidad de adaptar nuestros ojos a cada momento, para vivir en un presente continuo.

De David Llopis, el vacío que no termina de llenar el entrenador y que tampoco asumen los clubes. Se juega con las piernas, con las manos, pero también con la mente, dondequiera que esté.

De John Townsend, el color de los campos de Indiana, que aunque pueda confundirse con el amarillo de los trigos, fue siempre naranja, como el balón.

De Sito Alonso, finalmente, el saco de ideas, que no las ideas, lo que es imposible. El saco, me refiero, porque la clave es llevarlo vacío, para que no apliquemos sobre quienes piensan distinto el filtro de la resistencia, sino el hábito de la curiosidad.

De los alumnos, de todos ellos, la inquietud de seguir formándose, la generosidad a la hora de compartir y las lecciones de atención e interés que nos han regalado.

Del baloncesto, una vez más, las pocas reglas que son necesarias para hacer hablar a gente muy diferente en un mismo idioma: Un balón, dos canastas, un campo y algunos cuantos locos. O enamorados.

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